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sábado, 2 de enero de 2016

Externalidades, respeto mutuo y prosperidad

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Cual sería mi regalo para los colombianos para este 2016? Un propósito para todos?...Que aprendamos el concepto económico de las externalidades. Me explicaré, claro.

En mi visita de este año a mi querida tierra natal (visita que hago cada diciembre/enero hace 15 años desde que me fui a España) he comprendido como no lo había hecho antes una razón de muchos de los problemas de Colombia. Y esa no es otra de que los colombianos no parecen entender el concepto de las externalidades.

Escucho por doquier, incluso en Facebook, y con vehemencia, como muchos reclaman “ser libres de hacer lo yo quiera”, “vivir a mi manera”, “hacer lo que me dé la gana”. Los colombianos quieren tomar sus propias decisiones según mejor les convenga a cada uno de ellos (decisiones que pueden ser sencillas, no hablo necesariamente de decisiones vitales), quieren “salir ganando” en todas, “no dejarse” de nadie. Incluso el concepto que no pocos tienen de libertad en democracia es “que cada uno pueda vivir como quiera”.

Muchas (por no decir todas) de las acciones individuales que realizamos traen consigo consecuencias que van más allá del individuo; generan una externalidad. Pongamos ejemplos. Un clásico en economía es el de la contaminación: cuando una empresa fabrica lo que sea que venda genera beneficios para ella, pero también genera contaminación que nos afecta a todos. En el cálculo de esos beneficios la empresa no tiene en cuenta esos “costos” que genera a los demás; su contaminación representa una externalidad a los demás. Así, el “costo social” de la producción de esa empresa es mayor que su “costo privado” (que no tiene en cuenta la externalidad).

Pero hay externalidades por doquier, y que no parecemos entender o querer entender. Para los bogotanos es deporte diario salir en carro hasta para comprar el pan y mientras conducen quejarse del tráfico imposible que hay en Bogotá. La decisión de cada bogotano de coger el carro genera más tráfico, desde luego, es una externalidad para los demás. El resultado colectivo de todas las decisiones individuales es muy negativo. Pero todos quieren que sean los otros los que no cojan el carro, por supuesto! Siguiendo con el tráfico, cuando decidimos no respetar los cruces – el bogotano es muy “vivo” y si se mete en el cruce gana 3 metros – evitamos que los que van en perpendicular puedan cruzar. Obviamente, cuando ellos tengan la oportunidad, harán lo mismo. Al final nadie cruza. Esas decisiones individuales generan externalidades con un resultado colectivo peor para todos. Hay más ejemplos. Veo con tristeza cada año que vengo a Bogotá como cada vez ha desaparecido un trozo mayor de nuestros lindos cerros orientales. Claro, “pelar” el monte para sacar arena y piedra para construcción es lucrativo a nivel individual, y no tiene en cuenta el coste colectivo de la pérdida de un espacio verde para todos.

Otro ejemplo difícil de tratar nos lleva a una de las raíces de la violencia en Colombia. Por motivos que no entraré aquí, nos acostumbramos a resolver nuestros problemas y diferencias no pocas veces usando la violencia (que no necesariamente tiene que ser de pistola, también puede ser verbal y de actitud). Y esa violencia se contagia (no necesito demostrárselo, claro), genera más violencia. Resolvemos un problema, tal vez, pero generamos más. El resultado colectivo es, como es evidente, tristemente negativo. Obviamente, nadie quiere ceder, preferimos seguir generando esa triste externalidad negativa.

Nuestra tozudez en no querer asumir las externalidades negativas que generamos se ha vuelto 
“cultural”. Y las externalidades no solo se trasmiten espacialmente, es decir entre aquellos con los que vivimos, se trasmiten también temporalmente: nuestras acciones hoy tiene repercusiones importantes para las generaciones siguientes. La basura que dejamos, los ecosistemas destruidos, la violencia endémica, es nuestro legado a generaciones venideras si no hacemos nada por evitarlo.

Pero no todas las externalidades tienen que ser negativas. Cuando nos vacunamos no solo prevenimos que nos den enfermedades, también restringimos la posibilidad de epidemias, generamos una externalidad positiva a los demás. Igual pasa con la educación: formarnos no solo nos hace crecer como personas y nos abre oportunidades, también nos permite contribuir a la sociedad donde vivimos. Incluso ser felices puede contagiarse y generar que el beneficio colectivo sea mayor que el individual. Desafortunadamente, ese es parte del problema en Colombia, las externalidades negativas abundan y no hacemos nada para corregirlas, mientras las positivas escasean y tampoco hacemos mucho para promoverlas.

La libertad, en una sociedad democrática, no consiste en que cada uno pueda vivir como quiera. Consiste en reconocer que existen límites a las decisiones individuales, en entender que toda decisión personal conlleva consecuencias sociales que hay que tener en cuenta, en respetar a los demás si queremos que ellos nos respeten a nosotros. En definitiva, como diríamos los economistas, en alinear los intereses privados con los colectivos. Las sociedades alcanzan la prosperidad cuando se vuelven incluyentes (ya recomendé en otra ocasión leer “Porque fracasan las naciones”, de Acemoglu y Robinson). Parte de ese proceso pasa por entender las externalidades y actuar consecuentemente, “internalizarlas”, diríamos los economistas. Es decir, regular las externalidades negativas con impuestos, restricciones, normas, etc., y fomentar las positivas con subsidios, incentivos, etc. Pero dado que muchas externalidades son casi imposibles de regular por el gobierno, su “control” también depende de todos y cada uno de los ciudadanos, de que seamos conscientes de las consecuencias de nuestros actos, de que tengamos en cuenta el bienestar de los demás y no solo el nuestro, de que nos preocupemos de lo colectivo y nos solo de lo individual. En definitiva, generar respeto mutuo (lean a Paul Collier, entre muchos economistas que demuestran el valor del respeto mutuo en el desarrollo económico de los países). El respeto mutuo es básico para que en nuestras acciones tengamos en cuenta las consecuencias para los demás y que por tanto el resultado colectivo sea el mejor posible. El respeto mutuo también es el primer paso para generar confianza en los demás, y a más confianza más trabajo colectivo, más intercambios (no solo físicos sino también de ideas y conocimientos), más inversiones, mayor y mejor acción pública, y mejor desempeño económico y social. Ese respeto mutuo y confianza entre quienes comparten una sociedad es el ingrediente fundamental de una verdadera democracia y lo que permite que haya el desarrollo hacia la prosperidad compartida, algo que Colombia aún no tiene.

Feliz 2016 para todos.


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