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viernes, 8 de enero de 2010

El verdadero rigor científico en la economía

Los economistas nos debatimos entre el fin y la naturaleza de la ciencia que estudiamos pues la economía es una ciencia compleja, amplia y que abarca muchos campos. En un intento de claridad hablamos de rigor científico; intentamos “profesionalizar” nuestra disciplina, hacerla más concreta y exacta. Pero, ¿a que llamamos rigor científico los economistas modernos? ¿Que nuestros modelos de papel y lápiz puedan resolverse y reproducirse matemáticamente de forma comprensible? Que nuestras funciones Cobb Douglass se “comporten bien”? ¿Que, gracias a sin numero de supuestos en muchos casos poco realistas, podamos explicar con unas ecuaciones algo que ya todos sabemos?
¿Acaso se nos ha olvidado el sentido real de la economía como ciencia social? ¿Salimos de vez en cuando de nuestra hipnosis en nuestros modelos matemáticos para apreciar lo que sucede a nuestro alrededor? ¿Prestamos atención a las inmensas evidencias que nos dicen que algo no funciona como esperábamos? ¿O es que vale más el resultado de una derivada matemática que las pruebas que podamos encontrar en la sociedad?
Explícamelo con un modelo! diremos. Si no el problema no está ahí o lo que dices no tiene fundamento. La acumulación de capital actual está destruyendo nuestro entorno, pero no lo vemos en nuestros modelos; las evidencias ecológicas, biológicas y geológicas sobre el estado del planeta parecen no existir, o simplemente no son parte de nuestro análisis. Pero es que no es economía. Pues si lo es! Nuestro rigor científico es muchas veces parcial; solo vale para nuestros modelos y olvidamos infinitud de otras verdades con igual o mayor rigor científico.
Y cuando el capitalismo forzado en tantas sociedades deja millones de personas en la miseria absoluta y una desigualdad extrema, los economistas modernos solo vemos la eficiencia de nuestros planteamientos; “los mercados son eficientes, mirad el Primer Teorema del Bienestar; todo equilibrio competitivo es eficiente, el fallo no está en nuestros modelos, tarde o temprano los precios corregirán los desequilibrios”. Pues malas noticias, no lo hacen! Pero las críticas que recibimos y nos hacen ver la realidad “no tienen rigor científico”. La gente se muere de hambre cada día, pero eso no entra en nuestras ecuaciones.
Necesitamos replantearnos nuestra concepción de la ciencia económica. No tiene mayor sentido que la búsqueda del máximo bienestar real de las sociedades. Entendiendo lo que realmente es importante para ellas, buscando respuestas que permitan superar los obstáculos en dicha búsqueda, compatibilizando los intereses particulares y comunes, teniendo en cuenta el presente y el futuro y aportando nuevos planteamientos que nos hagan crecer como sociedad.
Los economistas tenemos que entender, de una vez por todas, que no solo es importante la acumulación de capital. Tenemos que analizar el bienestar social en su sentido amplio, más allá del mero crecimiento económico. Tenemos que incorporar el desarrollo humano y la conservación del medio ambiente a nuestros modelos. Tenemos que olvidarnos por un momento de ellos y ver más allá del papel; tener en cuenta la satisfacción espiritual de las personas, el desarrollo comunitario más allá de la maximización de beneficios o la especialización laboral, el bienestar más allá de la riqueza, y otros planteamientos a los que normalmente no estamos acostumbrados.
Cada año nuevos estudiantes de economía se licencian; los economistas del futuro que tendrán que enfrentar los desafíos de nuestra sociedad. Y ¿cuáles son sus herramientas? ¿Unos cuantos modelos con sus funciones derivables? ¿Qué han aprendido? ¿Que si los agentes optimizan sus decisiones todo saldrá bien? ¿Que saben de la realidad que les rodea? ¿Qué los precios ajustan oferta y demanda? ¿Saben leer más allá de unos índices? Si nunca salieron de las aulas de la facultad, ¿son consientes del trauma que representa para tanto millones el estar sin trabajo? ¿Son consientes de las condiciones laborales detrás de la acumulación de capital? ¿Entienden la pobreza extrema? ¿Saben que hacer contra ella? ¿Comprenden los desafíos del desarrollo sostenible? Todas cuestiones centrales y claves de la economía como ciencia social que es.
Y es que, desafortunadamente, frente a los principales desafíos a los que hoy en día nuestra sociedad se enfrenta (violencia incontrolada, pobreza extrema y degradación medioambiental) las matemáticas puras de la facultad nos no van a dar la respuesta. Ningún modelo económico, por lógicos que sean sus supuestos y complejas que sean sus funciones, nos pueden explicar las raíces reales de estos desafíos y el camino que debemos seguir. Tal vez nos ayudaran a entender algún comportamiento parcial de algún fenómeno económico, y está muy bien dominar y saber usar esos modelos, pero para ver la totalidad del desafío, sus múltiples causas, interacciones y consecuencias, necesitamos mucho más.
Adam Smith fue capaz de descubrir como la especialización del trabajo podía incrementar la productividad conjunta de una comunidad. Sus ideas revolucionaron para siempre la organización productiva. Pero lo hizo experimentando él mismo dicha especialización, viéndolo en su “fábrica de agujas”. No necesito elaboradas matemáticas pero si salir a observar la realidad. Como casi todos los grandes economistas que le han seguido y han tenido un impacto real en la forma que vivimos, fue un gran investigador social, como deberíamos serlo todos los denominados economistas, pues ésta en una ciencia social, no una ciencia pura ni exacta como a veces pretendemos.
Muhamed Yunus, ya en nuestra época y premio Nobel de economía en el 2000, salió un día de las aulas en Bangladesh y consigo llevó a sus estudiantes de economía. No tuvieron que ir muy lejos para ver la pobreza y los problemas de sus compatriotas. El y sus alumnos aprendieron más ese día que durante meses en las aulas con sus modelos. Pudieron entender cómo funciona la realidad fuera del papel. Pudieron analizar dinámicas que antes apenas percibían. Entendieron el sentido de su profesión. Gracias a ello, pudieron proponer medidas eficaces para mejorar la situación de millones de personas. Entendieron mejor que muchos hasta entonces las dinámicas de la pobreza extrema y lo que se puede hacer para alterarlas. Implantaron mecanismos de microcréditos y empoderamiento personal y confianza comunitaria. Sus prácticas se han expandido hoy a todo el mundo y han cambiado la vida de millones de seres humanos.
La economía es una ciencia maravillosa. Lo es porque es una ciencia social. Y la economía ha evolucionado mucho y ha incorporado herramientas de otras disciplinas. Hoy podemos intentar acercarnos más a entender mejor la realidad, analizar dificultades y atrevernos a plantear soluciones más acertadas. Pero digo “intentar” porque es lo que debemos hacer. Si queremos realmente entender y superar los fenómenos y desafíos que nos rodean tenemos que saber usar las herramientas de las que disponemos; nuestros modelos teóricos, la infinidad de estadísticas que disponemos y nuestra capacidad de análisis, pero también conocer sus limitaciones. Necesitamos una visión más amplia, un enfoque más global, una mayor capacidad de observación y reflexión de la realidad. Un pensamiento más flexible que nos permita ver que lo que sabemos de antemano puede muchas veces no funcionar y que la respuesta que buscamos puede estar en detalles que solemos no apreciar. O que simplemente no hay una respuesta concreta; tal vez solo tendremos que limitarnos a abordar el problema de una forma más integral pero menos ambiciosa. Al fin y al cabo no nos olvidemos que la sociedad es compleja y nuestra ciencia, como la política, la sociología y toda ciencia social, tiene como fin último su estudio.